PRIMER LUGAR
Autora: Mercedes Jaqueline Ibarra Méndez
Esc. Sec. Gral. N° 10 “22 de octubre”
La Sirena y su abuelita.
Esta es la historia de una bella sirena, con unos grandes ojos color marrón, una cola como el arcoíris y un cabello largo y negro, su nombre era Sara.
Sara vivía en un bosque; donde se encontraba un lago muy profundo y puro, mas a pesar de todas las cualidades de esta hermosa sirena, no contaba con un solo amigo, pues todos la hacían llorar. En ese bosque, se encontraban muchos animales, castores, conejos, ardillas, etc., pero nunca trataban bien a Sara y era por una sola razón.
Sara, además de ser bondadosa y buena, podía obtener comida de una forma muy rápida; pues cada vez que ella derramaba una lágrima, el cielo sentía su tristeza y enseguida comenzaba a llover, pero de una manera muy extraña, porque llovían pastelillos y muchos dulces deliciosos.
Cada día al salir el sol, la mama de cada familia, mandaba a sus hijos a hacer llorar a la sirena para así obtener la comida que necesitaban, y eso era muy estresante para Sara.
Había días en que la sirena no quería ni salir de su casa en el agua, pues sabía que la esperaban insultos; pero por la noche platicaba y se desahogaba con su única amiga, la luna:
-Hay amiga, quisiera ser tú, para tener un gran resplandor, ser grande y ver la vista tan hermosa desde el cielo, seria grandioso…
-Pues mira Sara, no es tan bonito ser luna…
-¿Cómo que no?, tienes millones de amigas estrellas y cometas, yo en cambio no tengo un solo amigo, solo tu…
La luna al ver como Sara volvía a su casa en el lago tan triste, decidió, observar a la persona más tierna que pasaría cerca de ese bosque, y en cuanto vio una viejita con su pelo como plata que iba rumbo a un templo, luna apago por completo su luz, dejándose ver solo a la señora, diciéndole:
-¿Qué tal? Yo creo que usted me conoce; soy la luna que le da luz todas las noches.
La señora asustada, no sabía qué hacer ni que decir entonces cayó desmayada.
Siendo la tarde del siguiente día, la viejita puedo despertar al fin, pero a un costado del lago de Sara, esta al salir de casa, se desconcertó, un poco al ver a la señora ahí y enseguida le preguntó:
-¿Disculpe “abuelita” como llegó usted aquí?
-Ay, hijita la verdad no lo sé, creo que me desmaye y caí por aquí…
.Bueno pero ¿está bien?
-Sí, gracias, lo malo es que no se qué hacer no tengo donde vivir y ni una sola amiga que me ayude…
En cuanto Sara escuchó las palabras de la señora, sintió tristeza por ella y le dijo:
-¿Es cierto? ¿No tiene amigas?
-No, nadie
-Pues… a mi me encantaría ser una para usted, ¿le parece?
-Sí, pero tú eres, joven, llena de vida y ánimos, en cambio yo soy solo una vieja.
-No importa, aun así su amistad es valiosa, y muy importante, pues yo tampoco tengo amigos, y todos los animalitos de aquí me hacen sentir mal, son groseros y pienso que me odian.
-Tranquila hija, no creo que sea así, si eres muy buena.
Sara al escuchar sus palabras, derramó una lágrima y a la vez desde el cielo, cayó un panquecito que olía y se veía delicioso, la viejita; un poco extrañada le preguntó a su nueva amiga:
-Oye pequeña, este pastelillo cayó del cielo, cuando tú dejaste caer esa lágrima ¿Por qué paso?
-¿Cuándo yo lloré?
-Sí, fue muy raro, pero esto sabe riquísimo…
Entonces la hermosa sirena comenzó a imaginar, que esa era la razón por la cual, los animales la hacían llorar tanto, y para comprobarlo llamó al castorcito:
-Oye Oscarito, ven castorcito, ven.
-¿Qué quieres sirena fea y tonta? ¡Solo molestas!
Sara comenzó a llorar y empezaron a llover a cántaros, miles de dulces sobre Oscar el castor:
-Jajajajajaja-se rio y se fue corriendo.
-¡Sara! ¿Por qué dejas que te hable así?; deja de llorar…
.No se preocupe abuelita, fue intencional, me he dado cuenta que me hacen llorar para comer y pues…
-¡No, nada! Ahora vengo…
La señora salió corriendo, y convoco a una junta con todos los animales, Sara en cambio, no sabía que pasaba y decidió meterse a casa.
Ya casi era de noche y la sirena empezaba a ver a luna, cuando en eso, vio que se acercaba su “abuelita” con todos los animales del bosque detrás, Sara salió de casa y gritó:
-¡Para que los trae!, ¡Lléveselos, solo me hablan por interés!
-No es así hija, ellos son tus amigos.
-¡No es cierto abuelita!, ¡No es cierto!
-Mira, Sara, estuve platicando con ellos y en verdad te quieren, si te tratan así es porque tienen que vivir y en este lugar la comida es muy escasa, sé que es una mala forma de obtenerla, pero están arrepentidos, ¡Vamos escúchalos por favor!
La sirena no dijo nada, solo se quedo callada, y Román el conejo comenzó a hablar:
-Discúlpame, te lo digo con toda sinceridad, antes éramos muy buenos amigos, ¿Lo recuerdas?, y poco a poco dejamos de serlo por mis malos tratos y por ser un glotón, come-golosinas, lo lamento mucho, quiero que volvamos a ser amigos.
También habló Oscar el castor:
-Sí, todos teníamos una gran amistad, siento mucho lo que pasó y pues ¡mírame! Por andar de comelón, estoy como un barrilito y creo que ese es mi castigo, ¡podría enfermar!, pero eso no importa con tal de compartir mejores momentos contigo.
En eso intervino la viejecita para hablar con Sara:
-Lo vez, a pesar de todo, tus “amigos” están arrepentidos y nunca dejaron de quererte, deberías perdonarlos, ¿Qué te parece hija?
-No lo sé, realmente me dolió mucho y…
-¡Vamos Sara!, dales una oportunidad, todo este tiempo tuviste mas amigos de los que pensabas.
Dijo Luna, quien ya había salido por completo, y Sara al escucharla se puso a pensar un poco, y al momento en que iba a hablar, por sus mejillas cayeron lágrimas, pero ahora no llovió, luna dijo:
-El cielo quería escuchar las disculpas y es por eso que ya no lloverán pastelillos, para hacer sentir mejor a Sara.
En eso… Sara le dio un abrazo a su “abuelita” y gritó:
-¡Claro que los perdono! ¡Amigos!
Todos se pusieron felices, volvieron a ser amigos y todos los días la viejita, cocinaba cosas diferentes a sus nuevos hijos, y estos a su vez, de ser amigos, llegaron a ser más que eso, a ser ¡hermanos! ¡Junto con Luna por supuesto!
FIN
By: Niña Rasta